Skip to content
Architecture, urban planning and research in, on and next to water
+31 70 39 44 234     info@waterstudio.nl

Inhabitat interviews Olthuis, Global Mobile Assets

Inhabitat, Bridgette Meinhold, July 2014

INHABITAT INTERVIEW: Water Architect Koen Olthuis on How to Embrace Rising Sea Levels

Sea levels are rising, floods are prevalent, and cities are at greater risk than ever due to climate change. Now that we’ve accepted these facts, it’s time to design and build more resilient structures. Koen Olthuis, one of the most forward-thinking and innovative architects out there, has a solution for rising sea levels. His solution: Embrace the water by incorporating it into our cities; creating resilient buildings and infrastructure that can handle extreme flooding, heavy rains, and higher water. Olthuis and his team at Waterstudio.nl have been showing coastal communities the benefits of building on the water. With countries like the Maldives and Kiribati having to build oceanside or move in order to escape rising sea levels, New York learning to battle storm surges, and Jakarta dealing with massive flooding, embracing water may be our only option for survival. We chatted with Olthuis about how coastal cities can become more resilient in the face of change—read on for our interview!

Click here for the full article

Devorar el mar

La Vanguardia Magazine, Eva Millet, May 2014

En el 2001 se sumergió la primera piedra de la llamada Palm Jumeirah: la más pequeña de las tres islas artificiales del proyecto Islas Palm, frente a la costa de Dubái. El emirato del golfo Pérsico empezó el siglo XXI inmerso en un frenesí constructor que no sólo preveía dominar el desierto y levantar el edificio más alto del mundo, sino también expandirse hacia el mar. En un lugar donde hasta hacía poco la hoja de palmera era el material constructivo básico, la silueta de este árbol, incrustada sobre el agua, formando la primera de las islas, se convirtió en una demostración de fuerza para unos y de megalomanía para otros.

En el 2001 se sumergió la primera piedra de la llamada Palm Jumeirah: la más pequeña de las tres islas artificiales del proyecto Islas Palm, frente a la costa de Dubái. El emirato del golfo Pérsico empezó el siglo XXI inmerso en un frenesí constructor que no sólo preveía dominar el desierto y levantar el edificio más alto del mundo, sino también expandirse hacia el mar. En un lugar donde hasta hacía poco la hoja de palmera era el material constructivo básico, la silueta de este árbol, incrustada sobre el agua, formando la primera de las islas, se convirtió en una demostración de fuerza para unos y de megalomanía para otros.

En Panamá, la llamada Cinta Costera, 26 hectáreas de terreno ganadas al mar, es ya una realidad: incluye una nueva autovía y numerosas zonas verdes. En el Mediterráneo, el Principado de Mónaco, un densísimo paraíso fiscal con mucha demanda de vivienda, ha decidido seguir ganando terreno al mar en este siglo, creando un nuevo barrio en la zona de Portier. En total, una superficie de seis hectáreas que incluirá una lujosa zona residencial y comercial y una marina para los yates.

El proyecto, una apuesta personal de Alberto II, el actual príncipe, ha sido otorgado a una constructora francesa y a tres despachos de arquitectura, entre los que destaca el del premio Pritzker Renzo Piano. No han trascendido planos ni imágenes virtuales, pero se sabe que la inversión superará los mil millones de euros y el proyecto se completará hacia el 2024. Una iniciativa similar, del doble de extensión, fue diseñada en el 2008 por los también arquitectos estrella Daniel Libeskind y Norman Foster. Se abandonó la idea debido a la crisis financiera mundial y, también, a motivos medioambientales.

El medio ambiente no parece ser una preocupación en los Emiratos Árabes: para sentar las bases de las dos primeras Islas Palm se requirieron casi 300 millones de metros cúbicos de arena, dragada del fondo del mar. Las obras fueron tan agresivas que, según diversos estudios realizados, se ha dañado de forma casi irremediable el ecosistema marino, además de llenar de cieno las otrora cristalinas aguas del golfo de Dubái.

La tercera fase, la llamada Palm Deira, precisó un volumen aún mayor de materiales, mientras que el archipiélago El Mundo (300 islas artificiales que conformaban la silueta de los países del planeta) arrojó otro gran número de toneladas de piedras y arena al fondo del mar antes de pararse, también por causas financieras, pero no medioambientales.

De todo lo desarrollado en menos de una década en el mar frente a Dubái, solamente está habitado el Jumeirah, donde se construyeron –y vendieron a precios astronómicos– decenas de villas y apartamentos. Según el diario inglés ‘The Daily Telegraph’, sus residentes se quejan hoy de las igualmente astronómicas facturas de electricidad que pagan por el aire acondicionado, que han de tener encendido de forma casi permanente. También se han dado problemas ocasionales con la fontanería que les han obligado, en más de una ocasión, a utilizar los baños públicos de uno de los centros comerciales existentes. La Palmera cuenta, por supuesto, con varios de estos complejos, además de las marinas y los hoteles de lujo que se publicitaron con el proyecto.

Lujo es un sustantivo que se repite constantemente en la actual tendencia de construir sobre el mar. En el siglo XXI vivir sobre el agua es signo de exclusividad. Algo chocante si se tiene en cuenta que (Venecias aparte) a lo largo de la historia, este hábitat ha sido sinónimo de precariedad. En Asia, los más pobres, los marginados, son quienes han vivido tradicionalmente mecidos por las mareas: como los tankas, que habitan en juncos en las zonas costeras del sur de China, Hong Kong y Macao y a quienes se les llama “los gitanos del mar”. En el Pacífico, los bajaut laut o “nómadas del mar” son una tribu remota y pobre que habita en barcazas de las que prácticamente no descienden o en cabañas construidas sobre postes a varios kilómetros de la costa.

El sistema de los postes ha sido copiado en muchos centros turísticos de lugares como la República de las Maldivas, donde las ristras de coquetos bungalows sobre las aguas del Índico se han convertido en sinónimo de vacaciones soñadas. Abundan en todo este país, compuesto de 1.200 islas, y es un modelo que se ha exportado a otros destinos similares.

Ahora, en una vuelta de tuerca, el Gobierno de Maldivas ha puesto en marcha un proyecto bautizado Las 5 Lagunas, que pretende urbanizar cinco atolones del paradisiaco archipiélago con infraestructuras flotantes. Se promoverán desde viviendas de lujo e islas privadas hasta un campo de golf y un centro de congresos, todo flotante. El proyecto se ha encargado a la empresa holandesa Dutch Docklands, especializada en estructuras de este tipo.

La compañía, con sedes en Amsterdam, Dubái y Maldivas, confirma vía correo electrónico que ya se ha iniciado la construcción de la primera fase: “Se llama La Flor del Océano y consiste en 185 impresionantes casas sobre el mar, conectadas por un embarcadero, formando esta flor, que es el símbolo nacional de las Maldivas”, explica Klaas Boon, uno de sus responsables. Añade que las viviendas están a la venta “bajo la exclusiva etiqueta de Christie’s International Real Estate” y que los precios se sitúan “sobre el millón de dólares por villa”.

El arquitecto del proyecto es el también holandés Koen Olthuis, cuya compañía, Waterstudio, se describe como la primera firma de arquitectura dedicada en exclusiva a “vivir en el agua”. Olthuis, de 42 años, se define como un pionero en “un nuevo mercado” que lleva la arquitectura “más allá de la costa, creando nuevas posibilidades flotantes para ciudades en crecimiento por todo el mundo”. La prognosis, explicada desde Waterstudio, es que, hacia el 2050, aproximadamente el 70% de la población mundial va a vivir en áreas urbanizadas. Dado el hecho de que el 90% de las ciudades más grandes del mundo está en la costa, “hemos llegado a una situación en la que estamos obligados a replantear el modo en el que vivimos con el agua”.

Contactado telefónicamente Olthuis, pionero de las islas flotantes, mientras se encontraba de vacaciones en la sólida Mallorca, explica que para él, construir sobre el mar es tanto una moda como una necesidad. “Expandir la ciudad hacia el mar, en casos como Nueva York, Tokio, Hong Kong o Singapur, ciudades cada vez más densas y pobladas, ha sido una necesidad”, explica. “Pero en el futuro las ciudades necesitarán más flexibilidad: las urbes cambian constantemente, por lo que lo interesante sería hacer ciudades flexibles, en el agua: edificios flotantes con distintas funciones, que puedas mover con bastante rapidez según las necesidades”, señala.

Olthuis añade que, dado que cada vez son más la urbes amenazadas por las subidas del agua, si se apuesta por construir edificios que floten, el peligro de inundaciones se minimiza. “Así que creo que construir sobre el mar se basa en tres cosas: la seguridad, el espacio y la flexibilidad –resume–. Aunque también hay una moda, una tendencia, porque los arquitectos y los urbanistas e, incluso, los gobiernos, vemos las posibilidades del agua. Cada vez hay más gente que se interesa por el tema!”.

La idea holandesa resulta, como mínimo, más discreta, comparada con los megaproyectos de Dubái, la isla artificial de Yas, en Abu Dabi (un monumental parque temático y comercial que se empezó a construir en el 2006) o la ambiciosa Pearl City, en marcha en Kuwait (una ciudad que quiere llevar el mar al desierto).

Olthuis asegura que fabricar las estructuras flotantes fuera del sitio y anclarlas al fondo marino es altamente sostenible. “Si un siglo después sacas nuestro proyecto –afirma–, no quedarán cicatrices en el paisaje, porque son edificios flotantes. No hay obras, no vertemos toneladas de arena ni dañamos el medio ambiente. Y eso es lo que el Gobierno de las Maldivas busca, porque no quiere estropear lo que atrae a la gente a la islas”.

Los promotores también recuerdan que el archipiélago podría ser uno de los primeros países del mundo en desaparecer por el aumento de los niveles del mar. “Por eso, para ellos, es esencial introducir nuevos modos de construir ciudades sobre el agua”, reiteran los diseñadores holandeses. Que este proyecto es casi la solución a la amenaza del cambio climático se repite como un mantra en la información (tanto gubernamental como privada) sobre él. Aunque, si las aguas suben debido el calentamiento global, no parece que la respuesta más efectiva sea construir villas para multimillonarios en lugares vírgenes como las Maldivas o en islas artificiales como las de Dubái… Pese a la diferencia de escala, en ninguno de los casos aparece la supuesta función social de la arquitectura.

“Sí, es cierto que lo que estamos haciendo en Maldivas está dirigido, por un lado, a los superricos, a la gente que podrá pagarse esas viviendas –admite Olthuis–. Sin embargo, todos los conocimientos tecnológicos que ganamos con estos proyectos podrán aplicarse a otros con función social. Estamos en conversaciones con el Gobierno de Maldivas para llevar a cabo un plan de vivienda asequible para la población de la capital, donde hay serios problemas causados por la densidad”.

Pero estos argumentos no convencen a todos. “Unas islas flotantes son turismo masivo”, asegura, rotunda, Pilar Marcos, la responsable de la campaña de costas de Greenpeace España. “Los atolones son espacios coralinos, supuestamente protegidos, y como no tienen prácticamente terreno, ya que la franja costera es nula para el desarrollo urbanístico, se ha ideado este sistema de chalecitos flotantes que, aunque parezcan muy monos, tienen un impacto que es brutal”, agrega.

Las organizaciones ecologistas como Greenpeace denuncian la mercantilización del medio natural en todo el mundo, donde el mar abierto parece ser la nueva frontera. “No conformándonos con destruir la primera línea de costa, como se ha hecho en España, ahora vamos a ir a ganar terrenos al mar”, denuncia Marcos. Para Greenpeace, casos como el de Dubái, que han tenido unas nefastas consecuencias medioambientales, ya han demostrado que al mar es mejor dejarlo tranquilo. “Se acude a él tratando de buscar más espacio o una confortabilidad en una zona que, como Dubái, es una locura, por la ausencia de agua y de recursos naturales… Es algo aberrante: el querer convertirse en destino turístico a toda costa y que pague el medio ambiente”, indica.

Marcos señala que con estos proyectos, a menudo justificados por motivos económicos, se hace caso omiso al propio sector turístico, que demanda cada vez más espacios protegidos y no masificados. Además, en el Índico, señala, la presencia de nuevas infraestructuras, como casas y hoteles, hace que se pierden las características naturales del mar, “que ya no va a ser tan cristalino como antes…; el desarrollo de los recursos naturales no nos va a sacar de pobres”, concluye. ¿Aunque se insista en su sostenibilidad?

Con esto, advierte la activista de Greenpeace, hay que ir con muchísimo cuidado, pues a la clásica justificación económica para mancillar el medio natural, hoy se le suma la tendencia del ‘greenwashing’, literalmente, “lavado en verde” o vender como ecológico y sostenible algo que no lo es, esté en el Mediterráneo, en el desierto de Dubái o en un atolón de las Maldivas.

Click here for the website

Künstliche inseln

Kultur Austausch, February 2014

Amillarah is the Maldivian word for Private Island.This unique project exists of 43 floating private Islands in a archipelago configuration.The exclusive Villas all have a private beach, pool and natural green with bushes and trees. A private jetty is the mooring place for the yachts.At the end of each jetty, a small pavilion is situated.A boutique Hotel provides all the needed services to these Private Islands.

Click here for the website

Dutch firm says giant floating platforms could ease urban crowding

South China Morning Post,Jamie Carter, November 2013

There has been much debate on where land can be found to house a growing population in Hong Kong. For communities elsewhere, the need is even more pressing.

With global population density increasing and sea levels expected to rise by as much as 30cm by 2050, many coastal habitats will come under intense pressure. And the answer could be right on the horizon.

“In major cities there’s already a lack of space and the next logical step is to make use of water,” says Koen Olthuis, founder of Netherlands-based Waterstudio.nl and architect of multiple maritime projects.

“It’s just evolution – the elevator made vertical cities of skyscrapers possible, and water is the next step for letting cities grow and become more dense.”

More than two-thirds of the Netherlands is prone to flooding, and much of it is below sea-level, which gives its architects and engineers an unusual perspective on man’s relationship to water. While he stops short of proposing giant cities at sea, Olthuis thinks the definition of a city should be changing constantly.

Waterstudio.NL’s City Apps project tackles urban density and climate change. It was inspired by Olthuis’ belief that cities should be more flexible, and approached as a product.

“Smartphones all look the same but they are not, they are personalised with different apps,” he says. “We looked at cities and saw they have their own problems, and our floating City Apps simply add to the hardware of a city.”

Waterstudio’s first project is for the watery Korail slums of Dhaka, Bangladesh, where 70,000 people struggle to survive. Its solution – a small floating platform housing a school with 20 iPads fixed to the walls, intended to be used as an internet hub at night – has mostly been built in the Netherlands.

“In slums there are no rules – if you build a house it can be destroyed in a few months by the government rethinking that area, but if that happens then City Apps can be moved,” says Olthuis. “We’ve put the floating platform in Dhaka. We need 14,000 plastic PET bottles to keep one City App floating, so we got the local people to collect the bottles and paid them four to six cents each.”

The next City App – this time for sanitation – is planned for Bangkok.

A similar project comes from NLE, another Netherlands-based architectural practice, which has been working with the floating community of Makoko, near Lagos in Nigeria.

Around 100,000 people are thought to live here in stilt houses – largely as a result of massive urban sprawl – but the community lacks schools and infrastructure. NLE’s solution is a pyramid-shaped primary floating school built from local bamboo, which is intended as a community hub.

Such socially progressive projects are often spin-offs of lucrative contracts elsewhere. Waterstudio’s Five Lagoons Project, a joint-venture between Dutch Docklands and the government of the Maldives, will see an area of about 740 hectares supplied with luxury floating developments.

“We are going to develop five lagoons with different functions, including a resort, a conference hotel and a floating golf course,” says Olthuis, though the point of the star item – a luxury Ocean Flower resort of 185 villas – isn’t just to tempt tourists.

“By doing this we will learn how to make big green islands, and see how we can then make social housing on the water for local people,” says Olthuis.

His long-term goal is to help the 110,000 people in the Maldives’ capital city Malé, which is barely 1.5 metres above sea level and likely to be submerged in the next 85 years.

“You need this kind of expensive project to fund the future projects to help society,” Olthuis says.

Next up is Miami, where 17 floating developments will be built on a large lake. Floating communities aren’t always a response to rising sea levels in coastal communities. Non-profit organisation the Seasteading Institute wants to initiate an autonomous offshore community that pushes total freedom and encourages innovation and experimentation beyond the reach of governments.

“We’re looking for trailblazers,” says the organisation’s promotional video. “We believe humanity needs a new, blue frontier where we’re all free to explore new ways of living together.”

It claims “seasteaders” would only need the kind of money required to live in a big city. The institute is now attempting to raise money for its Floating City project on crowd-sourcing website Indiegogo, and doing fairly well – though it also needs a “host” country.

There’s a similar issue over at Freedom Ship International, a Florida-based company that is hoping to raise the US$11 billion needed to build the world’s largest vessel.

Designed as a mobile floating platform stretching over 1,600 metres, Freedom Ship – which could set sail renamed as the Global Friend Ship – is designed to host an entire city of up to 100,000.

Just under half that number will reside permanently on the ship, which will make its way slowly around the world’s coastal regions over three years.

As it moves, a fleet of ferries and small aircraft (there’s an airport on the roof) will take residents to shore – as tourists or businesspeople – and bring tourists onboard to visit the 2.7-million-tonne vessel’s casinos, restaurants and businesses. It will have schools, a hospital and a security force.

“It’s the first ever floating city,” says Roger Gooch, director and vice-president of Freedom Ship International, “but it’s too large to go into a port so it will also stay around 15 miles [24 kilometres] offshore in international waters.”

Freedom Ship is designed to let people get away from the normal restrictions of global geography and governments, he says.

There’s a similar reason behind another offshore entity called Blueseed. A purpose-built floating platform registered in the Bahamas but moored in international waters 22 kilometres from the shores of San Francisco, Blueseed is aimed at international entrepreneurs who can’t enter the US (Silicon Valley, in particular) to start companies because of restrictive visa issues.

Offering its occupants – all with a US business or travel visa – daily 30-minute ferry rides to the mainland as well as helicopter trips, Blueseed will begin life next year on a refitted cruise ship, progressing to the custom-built Blueseed Two floating city soon after.

But life at sea isn’t just restricted to land-based humans. Olthuis has a vision of a Sea Tree, a multi-storey floating structure similar to an oil rig that could be placed in rivers, lakes and oceans near densely populated cities.

“Instead of creating green areas in the city, make them on the water,” he says. “When nature starts to colonise a Sea Tree then birds, animals and insects will use it, too.”

Olthuis already has a way to pay for it. “I could see oil companies donating Sea Trees to cities in return for drilling rights,” he says.

A Sea Tree in Victoria Harbour? That really would give Hong Kong a new look.

Click here to read the article

Click here for the website

From sustainability to sustainaquality

Marina World, March 2013

Nestled in the Indian Ocean between Minicoy Island and the Chagos Archipelago, the Maldives comprise a chain of 26 atolls made up of islands and reefs. Tropical weather, white sand and clear water make the islands a popular holiday destination and a haven for divers but, while the surrounding ocean teems with life, home to coral reefs, eels, sharks, turtles, dolphins, manta rays and over 1,100 other species of fish, rising sea levels pose serious threat. Charlotte Niemiec reports on an ambitious community and tourism project aimed at keeping the Maldives afloat.

The average ground level in the Maldives is just 1.5m and the island’s president, Mohammed Nasheed, has warned that  even a ‘small rise’ in sea levels would eradicate large parts of the area. Envisioning a future for its people of “climate refugees living in tents for decades” the Maldivian Government has teamed up with Netherlands- based company Dutch Docklands  International in a Joint Venture Project to build a solution to the problem in the form of man-made floating islands. The ‘5 Lagoons Project’ will provide housing, entertainment and guest complexes for visitors to the Maldives, expanding its footprint and further bolstering the area’s tourist economy.

A star-shaped hotel and conference centre – the ‘Green Star’ – symbolises the Maldives route to combat climate change. Its many five- star facilities will include pools, beaches and restaurants. A ‘plug and play’ system allows for each leg of the star to be removed for easy refurbishment and  a temporary one floated in and placed in position. It is hoped the centre will play host to international conferences on sea level rise, climate change and environmental issues. It is scheduled to open in 2015.

Across the water, relaxation is  to be found at an 18-hole floating golf course. With panoramic ocean views, golfers can enjoy the driving range, short games practice areas, putting greens and a 9 hole par 3 Academy course. A separate area on the island provides romantic homes and townhouses in Venetian style, in a village offering boutiques, ice cream parlours, restaurants, bars and ultra- luxury palatial style villas. Movement around the island – assembled in archipelago form – is via bridges or glass tunnels in the ocean, which give guests the opportunity to enjoy the area’s sea life up close. A marina of international standard will also be built on this island.

Amillarah – the Maldivian word for private island – will consist of 43 floating islands offering luxury $10 million villas for sale to the public. Facilities will include a private beach, pool and green area, private jetty and small pavilion on a purpose-built island (the shape of which the buyer can design in advance), situated in the centre of an exclusive, large private water plot just a short swim away from the coral reefs. For those who  baulk at the price tag, a separate development, the ‘Ocean Flower’ offers less expensive housing starting at $1 million. The Ocean Flower is located upmarket in the North Male atoll, 20 minutes by boat from the capital and airport, and will offer villas on three different scales. All have private  pools and terraces and are fully furnished, while shared facilities include a beach, shops, restaurants, a diving centre, spa, swimming pools and easy access to the surrounding private islands. The Ocean Flower will open mid-2014, with construction beginning soon. Finally, the White Lagoon project consists of four individual ring-shaped floating islands each with 72 water villas connected. The rings function as beach-boulevards with white sand and greenery. A marina will be built inside the rings and a variety of restaurants, bars, shops and boutiques will be available.

Dutch Docklands is the master developer of the project and it controls the design, engineering, financing, construction and sales. It has appointed Waterstudio.nl as its architectural firm. Dutch Docklands CEO, Paul van de Camp, is excited about the project, viewing it as the beginning of large- scale floating projects in the area. He believes that if the project is successful, it will have proved the ability of the Maldives to combine the preservation of vulnerable marine life while expanding land for the reinforcement of tourism and urban developments at the same time. The project is an equally important one for the company and will be used  as a benchmark business model for concepts around the globe. The joint venture with the Maldivian Government, which brings the needs and demands  of the nation together with the commercial aspirations of Dutch Docklands is, van de Camp says, a very solid and long- lasting basis for such a big project.

Understandably, there are significant challenges to be faced when building on water. The biggest, van de Camp explains, is logistics: “We build most of the floating structure off-site, in a production yard outside the Maldives, and larger parts  in the shipyards around the Indian Ocean and in the Netherlands. To get all the floating products there at the right moment (‘just-in-time’ management) at the final location ready for assembling is a pretty tough task.”

However, building on the ocean also has distinct advantages over  building on land, as Dutch Docklands’ co- founder Koen Olthuis explained last year at the UP Experience Conference in Houston, USA. In the open ocean, tsunami waves are mere ripples beneath a structure that floats; water is the perfect shock absorber to seismic waves; and concerns over sea-level rise are eliminated when your home rises with it.

The islands will be constructed using patented technologies, which include the use of very lightweight Expanded Polystyrene (EPS) components and strong concrete structures. In line with Dutch Docklands’ focus on ‘scarless developments’, the materials used are environmentally-friendly, causing hardly any impact to marine life. Paul van de Camp emphasises that any possible impact on the environment is noticed upfront, while the design is on the drawing board. Using the expertise of marine specialists, marine engineers and environmental consultants, the design is adjusted at the first sign of negative impact.

At a cost of over $1 billion and funded by private shareholders, the developments are luxury resorts, catering for the more elite visitor.  But van de Camp explains that the  5 Lagoons Project aims to provide a whole range of resort and business activities from reasonably-priced to ultra-luxurious. The Green Star hotel will provide the best-priced rooms, with the floating palaces in the golf course at the top end of the market.

With headquarters in The Netherlands, Dutch Docklands has a long and varied history with water. Its home country has battled against water for centuries – 20% of the country lies below sea level and water is controlled using dikes and canals. Koen Olthuis has a vision of the future in which we  do not fight water but live with it and upon it. A man inspired by out-of-the- box inventions such as the elevator, which allowed cities to build up rather than span out horizontally, Olthuis sees water as another platform on which to build. It is his belief that, as so many of the world’s cities lie close to water, we should utilise this space and not just defer to the argument that there is no more space. Paul van de Camp shares this vision of a future in which floating developments are commonplace, creating new space and saving threatened ocean nations.

Click here for the website

Back To Top
Search